jueves, 15 de abril de 2010

No he venido a este mundo a cumplir con las expectativas de nadie. Y cuando digo nadie, lo hago en un sentido amplio, aunque podría personificar sin problema. Vine a este mundo, como todos nomás, por obra y gracia del azar. En mi caso, esto se hace más patente aún, vine de polizón sin que nadie me planee ni me busque, producto del desarreglo hormonal post parto de mi madre (y la falta de televisión a principio de los 70´). Vivo en esta casa, con esta familia, también por azar. Me sorprende esa gente que presume de su apellido, se jacta de pertenecer a tal o cual clan familiar o escala social y transitan la vida con cara de merecidos, convencidos de que han hecho mérito para ser parte. Porque viste, están ahí de pedo.
Más atrás aún, sabemos que la meiosis que me hizo esto final que soy, usando un mejunje genético de mis progenitores, esa mezcla, tiene mucho de combinación azarosa.
También pensé otra cosa, el hecho de que la mayoría de la gente que me rodea sea Católica Apostólica Romana, es también producto del azar, de haber nacido justo acá, en un país donde se adora a Jesús. La creencia en un dios en particular, eso por lo que muchos llegan a matar o morir, viene a ser una elección acotada por factores geográficos/sociales. La verdad que sería elección si conociéramos el contenido de las otras religiones, pero bueno dejémoslo así. Si hubiera nacido en China, sería absolutamente normal para mí el politeísmo, pedirle a Hu Ye que me cuide cuando tengo miedo o a Zao Yen que no se me quemen las milanesas. En cambio, eso sonaría ridículo aquí y en Israel para cualquier Judío ya sea conservador, ortodoxo o secular. No hablemos de lo incomprensible que resultaría para los que profesan creencias aborígenes australianas o animistas africanas, protestantes, evangelistas y la lista es infinita. Todo esto, a la luz de los poderes impresionantes de persuasión y disuasión sobre la vida y decisiones de sus seguidores, con que los creyentes dotan al Dios católico es, al menos, llamativo.
Claro, no todo es azar. Eso sería comodísimo para no hacerse cargo de nada. Casi tan fácil como creer en un dios. Pero a mí un poco de caos y casualidad me cae bien y las cosas que no se pueden explicar, al menos por ahora, también. La incertidumbre ahoga, pero es fundamental. El desorden te hace perder tiempo, es verdad, pero adonde queremos llegar tan apurados? Andar y desandar, girar en círculos, perderse, y encontrarse una, dos, mil veces. Saber que nada está escrito y que no todo lo que planees va a resultar. Relajar.
No sé muy bien sobre qué quería escribir, pero bueno así anda mi cabeza por ahora, un caos delirante de ideas sin armonía ni conexión. Capaz que por eso te avisé de entrada que no vine a cumplir tus expectativas. Nunca dije que yo era capaz de hilvanar palabritas e ideas para que vos leas acá algo interesante, no sé porque seguís insistiendo. Eso no es azar, eso es pelotudez. Hacete cargo.