lunes, 3 de septiembre de 2007

De su mano




Cuando A. estaba a full con la quimio y por momentos nos ganaba el desaliento, yo siempre lo increpaba y le decía que en nuestra cabeza residen únicamente los pensamientos a los que nosotros damos lugar. Así, cada vez que se nos presentaban ideas infernales, dañinas o nocivas sólo teníamos que barrerlas con alguna más alentadora.
Al principio la cosa no es fácil, lo feo empuja y arremete por dominar la escena, pero si uno no se entrega, la constancia gana terreno y casi sin darse cuenta se descubre uno repasando imágenes, sueños o fantasías incumplidas. El nunca creyó demasiado en este ejercicio que yo le proponía, pero ante mi enojo (mejor dicho, indignación) él me daba el gusto, se hacía un poco el boludo y cambiaba de tema.
Yo siempre elegía la misma puesta: los dos en una casa muy modesta pero cálida, con campito y vista al río, teníamos perros (dos), y estacionada bajo una planta de mango, una estanciera. En la galería de la casa, dos hamacas paraguayas y en el fondo una pequeña huerta. Y podría seguir, como si se tratara de un cuadro yo le iba a agregando cosas, colores, situaciones y aromas a eso que yo imaginaba como un futuro perfecto cuando todo el calvario terminara.
Anoche, no sé si porque era domingo o porque nuevos imprevistos nublaron el día justo antes de ir a dormir, necesité poner en práctica el ejercicio de pensamiento amaestrado.
Y descubrí sorprendida, gratamente sorprendida, que había cambiado el escenario antídoto. El reemplazo no fue por la promesa futura pintada como casita con patio, mango, hamacas, huerta y estanciera . Esta vez, el auxilio vino de mano del pasado, y hasta que me duró la conciencia reviví una y mil veces ese momento que habrá durado, cuánto? minutos, toda una vida? Esa suerte soñada, esperada, sufrida por tanto tiempo. Desafiar las estadísticas poner el azar de nuestro lado. Un mar de incertidumbre y al fin ese instante, los dos sentados en el sillón, agarrados de la mano, levantar el tubo, marcar ese número, pedir hablar con él y esperar, segundos que parecían décadas y al fin su voz al otro lado. Ni bien lo escuché supe que tenía algo bueno para decir, decodifiqué como pude esa palabra, gigante, anhelada. FELICITACIONES.
Nos esperaste paciente, valiente, en tu capullo de frío, más frío y silencio del que podamos imaginar. Tus batallas comenzaron antes de empezar, y acá estás meta vivir!, ocupada en ensayar tus primeros pasos, morder todo, babear más.
Gracias por regalarme este nuevo cuadro, concreto y tan real como estirar mi mano hasta tu cuna, agarra la tuya y dormirme tranquila, alerta a bosquejar mi vida entera a expensas de tus sueños, dispuesta a ayudarte a tomar el lápiz para que dibujes a tu gusto, feliz y plena.

No hay comentarios: