Todo venía bien con la monjita italiana, te diría que sospechosamente bien.
El azar (por ponerle un nombre) nos sentó una al lado de la otra en un evento.
Yo, haciendo esfuerzos para recatarme y ella tratando de no sobresaltarse, al menos eso es lo que me imagino yo.
Valoré el empeño de ambas por darle a la charla aires relajados, tironeando desde los extremos para alcanzar un punto de equilibrio en el que pudiéramos parlotear sin contracturas y, fijate vos, lo logramos!.
No tocamos el tema religión en ningún momento. Sí, aprovechó para agradecerme el testimonio de maternidad, amistad, y compañerismo que aparentemente ella leía en mis actos (en nuestros actos). Yo me hice la sorda porque esos cumplidos me incomodan casi tanto como los corpiños sin bretel (mansa analogía!).
Veníamos joya, por momentos deseé íntimamente que se consiga un novio, que se atreva y atropelle al cura esa noche, porque además era (es) sorprendentemente linda.
Todo bárbaro, hasta que se le ocurrió decirme extrañada:
-La verad, que io probé la marioca pero no me pareció ran cosa, no le encontro diferencia con la papa.
El resto de la noche ya no fue igual para mí. Ahí supe que no podríamos ser amigas.
Equiparar papa y mandioca? Revisate las papilas Sor!
Eso señores, en mi credo, es un sacrilegio!
Nos ponemos de pie.
Oremos.
martes, 9 de septiembre de 2008
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3 comentarios:
Ni siquiera tiene por dónde empezar la mandioca: AHUANTE LA PAPA, LUOOOOOKKK!!!
Ja! Fender, la papa es rica, pero..... usted probó la mandioca del nordeste?, un puema!.
Como sea, nunca pueden tener el mismo sabor, aunque vengas de otro continente, che!
Saludos
Che, me pueden gustar las dos?
Por lo menos las sé diferenciar!!!
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