jueves, 31 de mayo de 2007

y un día fui mochila...

Cuando era más chica, o no tanto, y me imaginaba como iba a ser mi relación matrimonial, siempre tenía claro que si había algo que evitaría sería el convertirme en esposa mochila.
Y con esto, me figuraba a aquellas mujeres que solo conciben sus días a través de la interacción perpetua con su marido. Esas que hacen escenas dantescas cada vez que el tipo manifiesta sus intenciones de asistir a un asado con amigos, al que ella no está invitada, simplemente porque son todos hombres. O la conflictuada que no va a ningún lado porque le duele la cabeza, le vino, o simplemente porque es insoportable y espera que él se quede encerrado con ella mirando TV. O la otra, celosa enferma que arma escándalos descomunales cada vez que ve al tipo baboseándose con el culo de la Cirio en la pantalla.
Pasando en limpio, todas aquellas que malgastan mecánicamente su existencia viviendo gozosamente condicionadas a las idas y vueltas del cónyuge.
Con temor a caer en especulaciones erradas, me arriesgo a pensar que el hecho de estar rodeada siempre de hombres, (no tengo hermanas mujeres, ni primas de mi edad y en mi grupo de trabajo el 70% son individuos machos), ha minado mi cerebro de comentarios de diverso tipo y tenor (todos con un sesgo claramente masculino) respecto de este tipo de relaciones. Y sobre todo, de esta clase de mujeres.
Toda esta introducción para blanquear lo mal que me sentí el lunes, cuando llegó con cara de felicidad, nos dio un beso y nos anunció su ingenuo propósito de ir a entrenar. Ahí nomás salté yo, como una leona herida (pondría indignada pero desconozco si poseen ese sentimiento) y le espeté:
- NO! Hoy no. Volvés re tarde. Hoy te quedas con nosotras, porque éste bodoquito (= nuestra hija) estuvo colgada de mami desde que llegué de laburar. Ahora te toca a vos!!!.
Agarró la nena y aceptó manso con cara de sorpresa.
Y así, tan cocorita como arranqué sin darme cuenta iba cerrando el cierre y enganchándome de sus hombros hasta transmutarme en un auténtico y pesado morral. Mejor, en una genuina esposa Mochila (Puta digo, con lo bien que me venía saliendo!!!!). O al menos eso es lo que sentí lo que quedaba del día y hasta ahora que escribo esto mientras purgo la culpa con un post.

3 comentarios:

Fender dijo...

Si, pero sabe qué? Nosotros, a veces, fomentamos las esposas mochila. Ejemplo claro éste. Porque se quedó sin chistar.

Pero, menos mal que se dio cuenta. Ahora vaya y dígaselo, va a ver que el le dice "no, mi amor, si igual no era importante". Hasta que lo sea.

Saludos...

Milo Peopleproof dijo...

Jejeje, me hiciste acordar a que de niño yo repetía insistentemente que no quería ser un oficinista trajeado del microcentro. Y tanto tanto insistí, que a pesar de conseguirlo mayoritariamente, crecí y me di cuenta que la comodidad de estar en mis All Star todos los días todo el día solo me las gasta más rápido y tengo que largar al cocodrilo más seguido.
booooo :(

Cassandra Cross dijo...

Todas alguna vez fuimos mochilas...
Tomar conciencia de esto, nos evita serlo de manera permanente.

Seguro ya aprendió :). Siempre se puede encontrar la vuelta, Milady!

Abrazoso.